En el reino de lo amarillo, nunca amanecía y todos quedaban inmóviles esperando la noticia. Solo ella flotaba para ser encontrada, por la esperanza, por el amor, por el regreso de todos los hijos y por la miel derramada en vano.
Las flores y los ríos hacían señas en el umbral del tiempo, pero nadie escuchaba el grito de guerra, los hombres sólo comían calabazas y sembraban girasoles.
Pero Ella quería más, necesitaba de la plegaria y oración de todos los que nacimos junto a las palmas de Ogún y Chango. Las lágrimas se quedaron en los altares y hace años que nadie se bautiza, con el agua llena de los deseos del mundo .
Basta de esperar, gritó desde lo infinito de sus abanicos y los pavorreales formaron en primera fila para rechazar todas las balas. Las misas no sirven si la voz es rajada y tímida.
Hoy encenderé su vela amarilla, pero juro que será la última lejos del origen y la esperanza.
Que se cubra el cielo, que se muerdan los demonios y que, en mi Isla, lluevan colores . Que comiencen a sonar los tambores y que el güiro nos guie el camino de regreso.
Y por todos nosotros; AMEN.
