martes, 31 de agosto de 2021

Insomnio de un Naufrago.


Hace años que no duermo bien, tengo pesadillas constantes, con escenas raras y confusas de una existencia, al parecer, paralela a la mía y que no puedo evitar pasen por mi mente de forma permanente.
Anoche por ejemplo, me veía en medio de una montaña de muertos, algunos tenían la boca abierta y otros, cocidas con alambres. Yo , al centro del horror, me mantenía en silencio, sosteniendo un cartel en blanco, sin letras ,solo con las huellas impresas de la sangre del ultimo cacique quemado en la hoguera. En la pesadilla los cadáveres se levantaban y se mezclaban entre si, algunos susurraban palabras muy antiguas, en  lenguas que no sabían usar y que gracias a la traducción de una ola gigante, supe que eran algo así como... vida y muerte. 
 Entonces todo comenzó a verse en sepia, de retroceso, como con un documental gastado por el  tiempo, Los viejos se volvían jóvenes y estos en niños, regresaban los familiares muertos, los amigos de la infancia y los recuerdos olvidados. Entonces siento el olor a café recién colado y al humo del tabaco de mi padre, que murió sin  agarrarme la mano.
Me veo con uniforme escolar y formado para entrar al aula, cuidando no se me saliera la camisa del pantalón, por que un buen pionero tenia que ser ejemplo y comportarse como los creadores de la patria, los antiguos y los de ahora, mayor aspiración de la época  para un niño como yo , aunque siempre tuve mis dudas, ya que los libertadores y miembros del ejercito rebelde, tenían barba y no se peinaban y algunos de ellos, yo los vi, tenían la camisa por fuera del pantalón.
Pero la infancia se interrumpía por la imagen de los muertos, que no eran de allá, ni de acá, simplemente se les llamaban cubanos. Entonces apareció la culpa disfrazada de justicia, con una venda en los ojos y una balanza entre sus manos, de un lado estaban los ahorcados y fusilados y del otro, los ahogados y los que nunca tuvieron tumbas con nombres propios, debido a la lejanía del lugar donde murieron. Lo curioso es que todos olían a café, tabaco y cascarilla. La culpa quiso decir algo, pero la venda que tenia en los ojos, le cubrió la boca y no la dejo hablar. Entonces apareció  la tierra, que al parecer era la mas sufrida y les hablo a todos, sin altavoces, sin consignas, sin horóscopos, sin internet ni  televisión  sobre mesas medievales.
Y volvieron los recuerdos, sobre todo el del amigo de la infancia que no le grite escoria, pero tampoco lo abracé cuando otros lo hacían. En el sueño veía los mismos muertos, ahora llenos de valijas y bolsos con utopías plásticas de muy poco valor. El resto de los muertos hacían filas y ensañaban sonrisas para recibirlos en el aeropuerto, como cuando exportamos a nuestros guerreros, esos  que llegaron de África, entre cadenas, látigos, rodeados de  perros, y que hoy, para vergüenza del palenque, bailan por el mundo, vendidos como producto afrodisiaco con sonido inmoral y disfrazado de cultura. 
Al encuentro faltaron el olor a guayaba y el guarapo, pero nadie se dio cuenta, eran muy pesados los bolsos y las regalos.
Desde un rincón, alguien rio a carcajadas y prendió un billete de cien dólares, para encender un tabaco.
En mis pesadillas siento pasos cada vez mas fuertes y entonces veo llegar algo que se presento como hombre nuevo, todos hicieron silencio, el levanto la mano, mostrando un mapa mundo y grito:
-¡Fuego!  
Todos se dispararon entre si y algunos a ellos mismos, entonces empezó a subir la marea y nunca mas bajo. Me despierto y tengo la boca llena de dudas, de respuestas, culpas, responsabilidades y algunas de las cenizas que quedaron del incendio de Bayamo. 
Hoy quiero acostarme temprano.