sábado, 16 de agosto de 2014

DIA TRECE.



Ese día el hombre salió temprano de su angustia, llevaba mas de una semana escondido, confundiéndose entre el y la parte  secreta de su historia. La jauría llamaba y el no sabia como contestar al grito popular de tantas velitas.
 Como ya era costumbre alguien lo baño y seco sus pelos, la piel se quedaba en cada toalla, en cada sabana, en cada pañal. La mirada no tenia diana, las manos no eran las que acusaron durante millones de años a los que nunca entendieron el mensaje. No las necesitaba, ya estaba escrito su epitafio.
 Ahí llega, grito la multitud y cientos de hilos mágicos comenzaron a moverse, permitiéndole al hombre desplazarse. Fotos de cerca no, pueden verse los parpados cocidos con el alambre traído de una aldea checa. Entonces comenzaron a escribir la historia que todos ya sabían y que nunca habían perdonado, cada palabra, cada gesto, cada órgano descompuesto.
El festín era como siempre, bocas llenas de lava y saliva, manos con fango y sangre, ojos hechos de vigilia y lagrimas, olor al mar, cascarilla, tabaco y ron.
El hombre era visible, no tocable, los humilladores de bondad rodeaban el monumento, impidiendo al populacho verde acercarse al destino. De pronto cayo la lluvia, era roja, llena de miembros superiores de los que alguna vez fueron hombres, la multitud enardecida se lleno de azufre los pulmones y empezó a soplar , cada uno a su manera, con su marcha y horóscopo propio. Fue entonces que se escucho la voz familiar; ¿donde esta el tesoro?, ¿Dónde esta el tesoro? y así hasta que lleno todo el recinto con la suplica impuesta.
No hubo respuesta, todos callaron ante el silencio enajenado de la sombra.
Al combate corred... y las voces se fueron alejando, llevándose en sus entrañas un poco del débil humo de las velitas, que nadie pudo apagar.
 

lunes, 4 de agosto de 2014

"ULTIMA FUNCION "

Esa noche todos perdieron la memoria, la reina hizo silencio mirando el asiento vacío del futuro espectador, las luces se fueron sin merendar y no se escucho la risa del tumulto. Alguien pregunto, pero la voz ciega del absurdo ya estaba ebria y no pudo bailar el vals. Dame la sangre, dijo el rey, tratando de inventar un caballo de madera, relleno de dulce de leche y chocolates de colores, pero rugió la tormenta y comenzó a llorar la historia.
Esa noche, se murieron los sirvientes, se llevaron a su tumba las carcajadas del ultimo bufón y su cráneo no fue tocado por actor alguno. Desde lejos una esperanza se subió a una nube y se dejo llevar por el viento sur, pero llego tarde, las puertas del castillo se habían sellado. Y solo se abrirán el día en que un príncipe enamorado del mar, camine sobre las olas.
Esa noche los tambores, dejaron de anunciar la presencia del bosque encantado.