miércoles, 3 de febrero de 2010

" UN HOMBRE QUE VIAJO"

El hombre había nacido en una isla.
Desde pequeño se acostumbró a jugar con la Gitana, que adivinaba tirando pedazos de su piel sobre una mesa de cuarzo negro. creció rápido, y sus necesidades se agolpaban tocando en la puerta del anciano ,que desde su silla de ruedas se tejía un pullover de lana, mientras engendraba una gaita.
Ya estaba listo, su viaje comenzaba en la Isla dónde las mujeres tenían el bello púbico por las rodillas y los hombres vomitaban al ponerse el sol.
Solamente fue despedido por un hombre sentado que se lamía las yagas y tenía diecisiete perros que ladraban para adentro. Esa tarde, al llegar a la séptima aldea, encontró dos cadáveres calcinados, que sudaban humo y fuego y que en lenguaje antiguo se pasaban los números del teléfono, mientras que aves de rapiñas se comían un pedazo de montaña.
La verdad es que nadie se reconocía, de tanto hambre, los habitantes habían perdido la posibilidad de recordar, y las puertas se estaban cerrando.
El hombre corría con todas sus ansias ,hasta llegar al lugar dónde dos duendes azules, custodiaban los amaneceres, entonces pregunto y ambos señalaron la piscina del castillo. Se desplazó despacio, saludó al delfín ahogado, a la serpiente suicida y al cerdo que criaba escorpiones, todos respondieron mirando al piso y hombre se escondía en su angustia y empezó a llorar.
Ese día fue que descubrió que ya formaba parte de la ciudad del dolor, de la duda, el temor y lujuria. Se había convertido en un exiliado.

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